Incluso los más antropomórficos padres de Eros que le atribuye por primera vez Simónides, Afrodita y Ares, huelen a desorden y violencia, pues Ares desde luego es el dios de la guerra, el más odioso de los dioses, y transfiere a su hijo algo de su marcial poder destructivo.
Aunque unimos sexo y violencia cuando nos quejamos de la degeneración de la televisión, los vemos como realidades opuestas. Los griegos eran más inteligentes. Veían el sexo y la violencia como dos caras de la misma moneda irracional, que se penetran e intensifican mutuamente, creando una violencia sexual que explotaba en una profunda destrucción y desorden, una doble energía caótica que amenazaba los cimientos de la cultura y la identidad humanas.
Nuestra idealización de la sexualidad, inspirada en el Romanticismo, como una fuerza de liberación personal y autorrealización chocaría a la mayoría de los griegos, que la verían como una peligrosa locura y falsa ilusión."
THORNTON, B. S., Eros: the myth of ancient Greek sexuality, Westview Press, 1997